La conexión entre creatividad y enfermedad mental

La periodista Elaine Woo charló con curadores, neurocientíficos y otros expertos de Getty para saber si tener una enfermedad mental hace a la persona mejor artista

This bust portrays a middle-aged man with a sour expression, which seems to fall somewhere between a grimace and a scowl.

*The Vexed Man (El hombre molesto), 1771–1783, Franz Xaver Messerschmidt. Alabastro. Museo Getty, 2008.4

By Elaine Woo

May 11, 2023

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¿Qué hace grande a un gran artista?

El destacado crítico de arte Clement Greenberg plasmó su teoría en un diario en 1961:

“Los mejores artistas + escritores estadounidenses de mi época = alcohólicos o al borde del alcoholismo; o megalómanos; o histéricos. Pollock, Faulkner, F. Lloyd Wright, Still, Newman, de Kooning, Rothko. Por otro lado, los maníaco-depresivos: Cal [Robert] Lowell, Delmore Schwarz... ¿David Smith un histérico? Ken Noland un maníaco-depresivo, igual que yo”.

La sugerencia de Greenberg de que las personas excepcionalmente artísticas suelen mostrar predisposición a tener trastornos mentales está muy arraigada en nuestra cultura, con antecedentes que se remontan a las antiguas Grecia y Roma, y ha sido corroborada a lo largo de los siglos por genios creativos tan dispares como Robert Schumann, Vincent van Gogh, Sylvia Plath y Robin Williams. La “locura —según Sócrates— es el canal por el cual recibimos las mayores bendiciones”.

La noción de “genio loco” es, no obstante, tan controvertida como persistente.

En el mundo curatorial, mucha gente la evita, recelosa de reducir la grandeza del arte a la suma de la neurosis o psicosis del creador de la obra. Sin embargo, en el ámbito científico, la posibilidad de una conexión entre la enfermedad mental y la creatividad ha inspirado a los investigadores durante al menos 70 años.

Según especialistas, como la profesora de psiquiatría de la Universidad Johns Hopkins, Kay Redfield Jamison, hay evidencia contundente de que los trastornos del estado de ánimo, como la depresión y el trastorno bipolar, son más frecuentes entre artistas y escritores que en la población general.

El tropo del “genio loco” ha perdurado, dijo Jamison en una entrevista, “tal vez porque hay un auténtico elemento de verdad en esto”.

Antonio Damasio, neurocientífico de la USC, también comparte esa visión. “La experiencia del sufrimiento, que es un sello distintivo de los trastornos del estado de ánimo, bien puede estimular los esfuerzos creativos, especialmente en las artes”, señala Damasio, conocido por su trabajo sobre el papel de los sentimientos y las emociones en la toma de decisiones.

Pero, como afirma, estos trastornos representan solo una categoría principal de enfermedad mental. La investigación en torno a la locura y la creatividad abarca un amplio espectro de psicopatologías complejas y búsquedas creativas, lo que dificulta las comparaciones e imposibilita el consenso.

“Creo que una cosa es segura”, afirma Damasio. “Las formas graves de psicopatología rara vez son compatibles con las expresiones creativas más relevantes”.

Los creativos con la C grande

En un estudio realizado en 2019 en la UCLA, se investigó la idea de que la psicopatología es más frecuente en “creativos con la C grande” (Big-C creatives), artistas y científicos cuyos talentos excepcionales les han valido el reconocimiento internacional. “En ciertos sentidos, hallamos más bien lo opuesto”, afirma Kendra S. Knudsen, autora principal del estudio. Observamos que las personas sin antecedentes de trastornos psiquiátricos a lo largo de su vida obtuvieron una puntuación más elevada en una prueba de pensamiento creativo en comparación con aquellas que tenían al menos un diagnóstico a lo largo de su vida.

A person poses for a portrait outdoors on a university campus

Kendra S. Knudsen, coordinadora de investigación del Proyecto Big-C Creativity (Creativos con la C Grande) en el Instituto Semel de Neurociencia y Comportamiento Humano de la UCLA y fundadora del Proyecto Mentes Creativas en la UCLA

No obstante, el estudio también reveló que quienes se dedicaban a las artes visuales presentaban una mayor incidencia de rasgos de personalidad “esquizotípicos”, comportamientos que con frecuencia se describen como peculiares o excéntricos, tales como el inconformismo y la receptividad a ideas y experiencias atípicas, pero que no constituyen una enfermedad mental manifiesta.

El estudio se derivó del Proyecto Creativos con la C Grande, en el que se utilizan neuroimagen y otros métodos para investigar de qué manera el cerebro y el comportamiento de las personas ultracreativas podrían convertirlas en valores atípicos en relación con el resto de la población. Robert M. Bilder, titular de la Cátedra de Investigación sobre Creatividad de la Familia Michael E. Tennenbaum en la UCLA y director del Proyecto Creativos con la C Grande, lo expresa de otra manera. “Lo que vemos es que las personas más célebres por sus logros creativos excepcionales pueden tener ciertos rasgos que se superponen con los de personas con ciertos tipos de trastornos mentales, pero, por lo general, no tienen enfermedades mentales tal como las definimos hoy”.

Bilder sugiere que plantear que la genialidad está asociada con la enfermedad mental es un error. “Supongo que la pregunta correcta es: ¿cuál es la naturaleza de la relación entre la creatividad, el equilibrio emocional y psicológico, y el bienestar? Porque creo que es importante entender que ambas cosas ocurren en un espectro”.

La tortura de las mentes creativas

Al revisar la historia, resulta imposible separar algunas de las mejores obras de arte del mundo de las psiques torturadas de quienes las crearon. Un ejemplo sublime es Van Gogh, el admirado artista holandés cuya pintura de 1889, Lirios, es uno de los mayores tesoros del Museo Getty.

Purple flowers with bright green leaves and stems.

Irises (Lirios), 1889, Vincent van Gogh. Óleo sobre lienzo, 74 cm x 94 cm (29 1/4 × 37 1/8 in). Museo Getty, 90.PA.20

La pintura muestra, mediante pinceladas densas y ondulantes de violeta, verde, amarillo, naranja y azul, una vista recortada y cercana de unos lirios en flor. La academia y la crítica han elogiado su exquisita composición, mientras que los visitantes de Getty la obra Lirios les resulta fascinante por una variedad de otras razones; perciben una exuberancia alegre en su vista íntima de la naturaleza o tristeza en la solitaria flor blanca que el artista colocó en medio de una franja de flores moradas.

Quizás resulte sorprendente para el público del museo descubrir que Lirios fue una de las primeras obras que Van Gogh realizó en un hospital siquiátrico en Saint-Rémy-de-Provence, en el sur de Francia, donde se internó voluntariamente durante un año después de un episodio de automutilación. ¿Cómo pudo una persona tan enferma como para cortarse la oreja izquierda (y luego ofrendar el pedazo de carne a la empleada de un burdel) producir semejante obra maestra de forma y color? Lirios no fue un caso aislado: Van Gogh realizó más de 150 pinturas en ese hospital, una producción asombrosa que incluyó su obra más famosa, La noche estrellada.

En Touched with Fire (Marcados con fuego), su libro de 1993 sobre la enfermedad maníaco-depresiva y la mente artística, Jamison escribió que las pinturas de Van Gogh de ese período “reflejan una lucidez del más alto orden”, aunque esto no quiere decir que no tuviera problemas. Tal claridad mental “no es incompatible con episodios ocasionales de locura —escribió —, así como los períodos prolongados de salud física normal no son incompatibles con episodios esporádicas de hipertensión, crisis diabética” u otros tipos de enfermedades metabólicas.

Puede ser que muchas mentes creativas geniales prosperen en la frontera entre el orden mental y el trastorno, “el borde del caos”, donde nacen las ideas novedosas, dice Bilder. El equilibrio entre la estabilidad, por un lado, y la flexibilidad, por otro, es de importancia crucial para poder llevar a cabo cualquier acción.

La naturaleza de la enfermedad de Van Gogh ha sido objeto de debate durante mucho tiempo, con diagnósticos que han incluido intoxicación por absenta, esquizofrenia, sífilis y trastorno límite de la personalidad. Hoy en día, por lo general, se cree que tenía trastorno bipolar, que se caracteriza por fluctuaciones extremas en el estado de ánimo, la energía, los niveles de actividad y la concentración. Los síntomas a menudo se manifiestan al ritmo de las estaciones.

Lirios es un buen ejemplo de un momento en que sus cambios de humor estaban bajo cierto control”, dice el siquiatra y autor Peter C. Whybrow, quien fue director del Instituto Neuropsiquiátrico de la UCLA a finales de la década de 1990, cuando se adentró por primera vez en la carrera y el historial médico de Van Gogh.

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Peter C. Whybrow, MD, director emérito del Instituto Semel de Neurociencia y Comportamiento Humano de la UCLA y Profesor Distinguido Judson Braun de Psiquiatría y Ciencias Bioconductuales en la Facultad de Medicina David Geffen de la UCLA

Van Gogh trabajaba frenéticamente a finales del verano, “en furia espasmódica”, como un estudiante de arte describió una vez su proceso, señala Whybrow. Pero su manía tendía a disminuir en invierno, cuando se instalaba la depresión y apenas era capaz de levantar el pincel al lienzo.

“La enfermedad mental embellecía su creatividad y le daba matices, para usar una metáfora pictórica”, conjetura Whybrow. “Sin embargo, no es acertado afirmar que su arte estaba motivado por la enfermedad. La enfermedad mental moldeó parte de la obra, pero no explica su genialidad como artista”.

Otro ejemplo es el escultor alemán del siglo XVIII Franz Xaver Messerschmidt, principalmente reconocido por una serie de más de 60 bustos, denominados Cabezas de carácter, que son admirados por la academia por su deslumbrante realismo y modernidad, y resultan fascinantes para el público debido a su manifiesta singularidad.

Lejos de ser modelos de gentileza, las cabezas tienen ojos salvajes, cuellos protuberantes, cejas cómicamente arqueadas y bocas abiertas como en un grito. Una obra particularmente cautivadora es The Vexed Man (El hombre molesto), que se encuentra en exposición en el Centro Getty. Muestra a un hombre de mediana edad con el rostro contraído en una profunda mueca. Quienes contemplan estas esculturas pueden discrepar sobre las emociones representadas, pero es difícil no considerarlas profundamente inquietantes.

En un testimonio dejado por Christoph Friedrich Nicolai, un librero que visitó a Messerschmidt en su taller en 1781, el escultor confesó que, por la noche, lo atormentaban los fantasmas. Para exorcizarlos, se pellizcaba en diversas partes del cuerpo y modelaba reiteradamente las expresiones faciales resultantes frente a un espejo hasta que lograba plasmarlas en metal o piedra.

Se conjeturaba que Messerschmidt tenía enfermedad de Crohn o envenenamiento por plomo, afecciones que pueden provocar dolor intenso. Pero uno de los diagnósticos póstumos más citados provino del sicoanalista e historiador del arte Ernst Kris, quien concluyó en 1932 que Messerschmidt tenía esquizofrenia paranoide.

La muerte de su mecenas y los rumores sobre su “confusión mental”, en apariencia, llevaron a Messerschmidt a abandonar su vida en Viena, donde había sido escultor de la familia real, para pasar sus últimos años como ermitaño. Esculpió el busto final de la serie en 1783, año de su fallecimiento.

El arte refleja la vida

Glenn Phillips, curador sénior y encargado de colecciones modernas y contemporáneas en el Instituto de Investigaciones (GRI), piensa que puede ser valioso comprender las dimensiones sicológicas en la vida de cada artista.

“A veces es realmente necesario conocer la historia de quien crea para entender por qué está creando las obras que crea, porque esto surge tan profundamente de su experiencia vivida”, afirma. “Es una suerte de primera aproximación a la obra”.

El mundo del arte ha reconocido las contribuciones de las personas con enfermedades mentales. El curador suizo Harald Szeemann, a quien a menudo se describe como el creador de las exposiciones más influyente del siglo XX, “tuvo un grupo entero de artistas con enfermedades mentales con quienes trabajó en varios momentos de su carrera”, cuenta Phillips, organizador de la exposición Harald Szeeman: Museo de obsesiones en el GRI en 2018.

A black and white photograph of a man sitting among a large crowd of people.

Harald Szeemann (en el centro) en una fotografía que se expuso en 2018 en el instituto de investigaciones Getty Research Institute (GRI) en la exposición Harald Szeemann: Museo de obsesiones. Documenta 5: Questioning reality-Image worlds today (Documenta 5: Interrogando la realidad—Mundos visuales hoy), 1972, Balthasar Burkhard. Harald Szeemann Papers, GRI

En una revolucionaria exposición realizada en 1963, Szeemann mostró la obra de pacientes de siquiatría, incluido Adolf Wölfli, un artista con diagnóstico de esquizofrenia que se convirtió en una figura emblemática del movimiento Art Brut por los miles de dibujos e ilustraciones fantásticas que realizó durante tres décadas en un hospital siquiátrico suizo. Szeemann defendió el arte de personas con problemas de salud mental y escribió en un ensayo de 1963 que, si bien tales artistas desarrollaron su talento “solo tras la aparición de la enfermedad mental”, su obra debía ser juzgada como arte y no simplemente como los “resultados de la terapia artística”.

Pero no se debe subestimar el poder del arte como medio para regular la salud mental y emocional.

En espacios como Painted Brain, una organización sin fines de lucro gestionada por pares, que se encuentra en el vecindario de MacArthur Park cerca del centro de la ciudad, y el Proyecto Mentes Creativas con sede en Los Ángeles, personas con problemas de salud mental se congregan para expresar sus pensamientos y sentimientos íntimos mediante el arte.

“Creo que es sanador acceder a diferentes maneras de pensar para entender nuestro mundo y el mundo de los demás”, afirma Knudsen de la UCLA, quien fundó el Proyecto Mentes Creativas hace más de una década a través de una asociación con UCLArts & Healing. “Pienso que existe una relación bidireccional, en la cual nuestra experiencia emocional puede configurar nuestro pensamiento creativo y este también puede influir en nuestra experiencia emocional”.

Van Gogh comprendió esa conexión.

“Cuanto más exhausto y enfermo me encuentro, como una vasija rota”, escribió en una ocasión, “tanto más soy un artista... un artista creativo”.

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